GRESFORD.- Sí, debo confesar que fumo.
LADY BRACKNELL.- Lo celebro. Todos los hombre deben tener alguna ocupación, sea cual sea. Hay demasiada gente ociosa en Lon- dres. ¿Qué edad tiene usted?
GRESFORD. - Veintinueve años.
LADY BRACKNELL.- Una edad excelente para contraer matrimonio. Yo siempre he sido, de opinión de que un hombre que piensa en casar- se debería conocerlo todo, o nada. ¿En qué caso está usted?
GRESFORD.- (Después de un momento de vacilación.) Yo..., no conozco nada, lady Bracknell
LADY BRACKNELL.- Lo celebro también. ¡No hay nada como la
ignorancia natural! Esas teorías modernas sobre la educación son de lo
más pernicioso. Claro que la educación no hace muchos estragos que
digamos, en Inglaterra. Felizmente para la clases altas. Bueno, ¿qué
renta tiene usted?
GRESFORD.- De siete a ocho mil libras al año.
LADY BRACKNELL.- (Tomando nota en su cuadernito.) ¿En tierras o en títulos?
GRESFORD.- Tengo una casa de campo, con una tierras anexas a ella; unas novecientas fanegas, creo pero mi verdadera renta no depen- de para nada de ellas.
LADY BRACKNELL.- ¿Una casa de campo? ¿Cuántas alcobas? Bueno; ya pondremos en claro este punto más adelante. Me figuro que también tendrá usted alguna casa propia en Londres, ¿verdad? Y puede usted suponer que una muchacha modesta de gustos sencillos, como Susana, no va a vivir en el campo.
GRESFORD.- Sí; también tengo una casa en plaza de Belgrave; pero la tengo alquilada a lady Bloxham. Claro que puedo disponer de ella, avisándola con seis meses de anticipación.
LADY BRACKNELL.- ¿Lady Bloxham? No la conozco.
GRESFORD. - ¡Oh!, sale muy poco. Es una señora muy entrada en años.
LADY BRACKNELL.- ¡Ah! Hoy día eso no es una garantía de res- petabilidad. ¿Qué número de la plaza de Belgrave?
GRESFORD.- El 149.
LADY BRACKNELL.- (Con un movimiento de cabeza.) La acera que no está de moda. Me figuré que era algo. Sin embargo, esto podría remediarse fácilmente.
GRESFORD.- ¿El qué? ¿La moda o la acera?
LADY BRACKNELL.- (Secamente.) Ambas, si es preciso. ¿Qué es usted en la política?
...
GRESFORD.- De siete a ocho mil libras al año.
LADY BRACKNELL.- (Tomando nota en su cuadernito.) ¿En tierras o en títulos?
GRESFORD.- Tengo una casa de campo, con una tierras anexas a ella; unas novecientas fanegas, creo pero mi verdadera renta no depen- de para nada de ellas.
LADY BRACKNELL.- ¿Una casa de campo? ¿Cuántas alcobas? Bueno; ya pondremos en claro este punto más adelante. Me figuro que también tendrá usted alguna casa propia en Londres, ¿verdad? Y puede usted suponer que una muchacha modesta de gustos sencillos, como Susana, no va a vivir en el campo.
GRESFORD.- Sí; también tengo una casa en plaza de Belgrave; pero la tengo alquilada a lady Bloxham. Claro que puedo disponer de ella, avisándola con seis meses de anticipación.
LADY BRACKNELL.- ¿Lady Bloxham? No la conozco.
GRESFORD. - ¡Oh!, sale muy poco. Es una señora muy entrada en años.
LADY BRACKNELL.- ¡Ah! Hoy día eso no es una garantía de res- petabilidad. ¿Qué número de la plaza de Belgrave?
GRESFORD.- El 149.
LADY BRACKNELL.- (Con un movimiento de cabeza.) La acera que no está de moda. Me figuré que era algo. Sin embargo, esto podría remediarse fácilmente.
GRESFORD.- ¿El qué? ¿La moda o la acera?
LADY BRACKNELL.- (Secamente.) Ambas, si es preciso. ¿Qué es usted en la política?
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